Ante las intenciones de Varo de romanizar a los germanos, Arminio reunió un ejército cuyos efectivos se desconocen, y mediante añagazas hizo dirigirse a los romanos al bosque de Teutoburgo, sito en una zona de complicada orografía ideal para una celada y en el cual permanecían apostados los queruscos. Varo, que dirigía unas fuerzas compuestas por tres legiones romanas (la Legión XVII, la XVIII y la XIX), seis cohortes auxiliares y tres alas de caballería, cayó en el engaño y la emboscada se saldó así con una catastrófica derrota de los romanos y con el suicidio del propio Varo.
Tras esta derrota, la frontera del Imperio romano se fijó definitivamente en el Rin y los emperadores renunciaron a conquistar lo que luego se dio en denominar Germania Magna o Germania Libera, a pesar de que posteriormente al desastre se produjeron acciones bélicas.
La frontera del Rin tras la muerte de César .
Si bien Julio César había conquistado la Galia y la había anexionado al Estado romano como Provincia, eso no significaba que la situación fuera definitivamente pacífica en todo su territorio. La Provincia tenía una larga frontera con la Germania, que los pueblos germanos que estaban tan habituados a guerrear atravesaban constantemente, sembrando la destrucción no sólo entre los galos, sino entre los propios romanos. En 16.a.c.. un ejército formado por tropas de los sicambrios, teucteros y usípetos tendió una emboscada al ejército del gobernador Marco Lolio y lo derrotó, provocando incluso la pérdida del estandarte de la Legio V Alaudae, lo que por entonces era considerado motivo de vergüenza militar.
Como reacción a todas estas incursiones, Roma comenzó operaciones de castigo en territorio transrenano. Druso avanzó hasta los márgenes del río Elba mientras que Tiberio combatió durante tres años al rey de los suevos, Marbod, tras reunir un enorme ejército compuesto por diez legiones, setenta cohortes de infantería auxiliar, catorce alas de caballería y un gran número de aliados, esto es, cerca de 100 000 hombres. Según Veleyo Patérculo, esta larga campaña daba muestra de la "ferocidad" y sentido de la independencia del pueblo suevo.
Antecedentes:
Aunque los ejércitos romanos cruzaron el Rin y llegaron al Elba, no se puede pensar que ejercieran un dominio sobre todo ese territorio, sino más bien sobre algunas zonas dispersas y por ello debían mantener una fuerte presencia militar en el área.
Siguiendo la política de nombrar para puestos de responsabilidad solamente a parientes, Augusto había elegido como gobernador romano de Germania a Publio Quintilio Varo (Publius Quinctilius Varus), que se había casado con una hija de su general Marco Agripa aunque provenía de una familia que había dado apoyo al bando de Marco Antonio en la Cuarta Guerra Civil de la República de Roma. Aún no siendo un general destacado, Varo había servido ya en Siria como gobernador y había reducido una revuelta de los judíos. Según Veleyo Patérculo, Varo era una persona codiciosa, lento de mente y cuerpo, más dado a la molicie que a la disciplina del campamento y que pensaba que se podía someter a los germanos con la fuerza de la Ley más que con la de la Espada, aunque es evidente que este retrato tan poco favorecedor debe verse desde una óptica crítica.
En el 9 a. C., Varo cruzó el Rin con sus tropas y estableció los campamentos de verano de sus tres legiones (la XVII, XVIII y la XIX, de unos 5.000 hombres cada una) en territorio querusco. Dos legiones fueron dejadas en la otra orilla del río. Sus propios cuarteles avanzados estaban en la orilla occidental del río Weser (probablemente cerca de la actual ciudad de Minden).
Las causas últimas de la rebelión, además de en el ánimo independiente que caracterizaba a los germanos según los autores clásicos, hay que buscarlas en el intento que hizo el propio Varo por imponer el sistema jurídico romano y por una excesiva presión impositiva.
Según las fuentes, Varo trabó particular relación con los queruscos (tribu que ocupaba la zona en torno a la moderna ciudad de Hannover), incluido un destacado joven de ella, Arminio, de 25 años; éste era jefe de un contingente de auxilia, y, además, ciudadano romano y miembro de la clase de los equites. Quizás por ello no adivinó que el germano le veía como un invasor y conspiraba contra él con los jefes de otros grupos germanos: marsios, chatti y brúcteros. Algunos de los jefes trataron de prevenirle, pero Varo prestó más atención a Arminio y los queruscos, llegando a conceder a los conspiradores destacamentos de legionarios, bajo la excusa de que los necesitaban para guarnecer ciertos puestos y escoltar los convoyes de suministro para el ejército romano.
Cuando acabó el verano y llegó el momento de levantar los cuarteles para trasladarse hacia el Rin a fin de pasar el invierno, recibió un informe acerca de un levantamiento local que le indujo a dar respuesta inmediata, en la mejor tradición romana, aunque tenía que efectuar un rodeo hacia el noroeste a través de una agreste región boscosa al frente de un ejército entorpecido por una enorme cantidad de equipaje, y al que había que añadir una buena cantidad de civiles que seguían a las legiones en sus desplazamientos (desde comerciantes de todo tipo a prostitutas) amén de esclavos personales y algunas de las familias de los oficiales.
El orden de marcha del ejército de Varo es desconocido, pero el autor Flavio Josefo describe el orden de marcha típico del ejército romano, que se organizaba de la siguiente manera:
1.Arqueros y auxiliares, que actuaban como exploradores.
2.La vanguardia: una legión (cerca de 5.000 hombres) apoyados por 120 jinetes.
3.Pioneros o zapadores, que mejoraban la calle y al final del día construían el campamento.
4.La primera parte del bagaje: las posesiones del general y de los oficiales.
5.El general y sus extraordinarii o guardia de corps.
6.La caballería de las siguientes dos legiones (240 jinetes).
7.La segunda parte del tren: mulas con la artillería romana.
8.Los suboficiales y los portaestandartes (aquilifer).
9.La fuerza principal: dos legiones (cerca de 10.000 hombres).
10.La tercera parte del tren: el bagaje de los soldados.
11.La retaguardia: tropa auxiliar.
La emboscada:
Tanto Arminio como los exploradores germanos habían abandonado la formación, y la columna romana avanzaba muy lentamente debido a la cantidad demasiado grande de hombres, sirvientes y equipajes y además posiblemente iban derribando árboles y haciendo senderos y caminos sobre los pantanos, hasta que llegaron a un espeso bosque.
Al parecer, los germanos habían cortado los troncos de los árboles a los lados de la marcha del ejército romano, aunque de tal manera que aún se sostenían en pie, y aprovechando que se desató una tremenda tormenta, los empujaron de tal modo que cayeron sobre las legiones provocando el consiguiente desorden en sus filas; aprovechándose de dicho desconcierto, los germanos se lanzaron al ataque, en primer lugar mediante una lluvia de dardos, pero una vez sembrada la confusión, se trabaron en un cuerpo a cuerpo que los romanos no pudieron resistir debido al desorden que no les había permitido formarse correctamente. Los hallazgos arqueológicos en Kalkriese parecen apoyar esta versión de Dión Casio y señalar un primer choque, quizá contra el destacamento del legado, pero, según este autor latino y otras fuentes, Varo no murió ese día.
Tras el primer asalto que, aunque debió haber sido una gran sorpresa, no pudo ser de la contundencia necesaria para vencer a tres legiones compuestas de profesionales que no podían ser derrotados de un solo golpe, ni siquiera cuando estaban siendo atacados en terreno difícil, las legiones intentaron reagruparse y salieron a terreno despejado, pero en cuanto penetraron de nuevo en los densos bosques que les rodeaban, los germanos volvieron al ataque. El equipamiento pesado de las legiones (el scutum, dos pila, la espada, la lorica, etc.) era muy apropiado para los enfrentamientos en terrenos despejados, pero en lugares como Teutoburgo eran más un impedimento que una ventaja. Sin embargo, los germanos mucho más ligeramente armados tenían una movilidad mayor que les permitía atacar y alejarse rápidamente antes de sufrir considerables daños.
Ante esta situación el jefe de la caballería romana, Numonio, perdió la calma y huyó a la cabeza de su regimiento con la esperanza de alcanzar el Rin, pero tanto él como su destacamento fueron alcanzados y masacrados. Varo fue herido y se dio cuenta de lo que le harían los germanos si lo capturaban con vida. Para evitar tal destino, se suicidó, y algunos miembros de su Estado Mayor siguieron su ejemplo. Los dos legados que quedaron al mando no sobrevivieron mucho tiempo: uno de ellos, Lucio Egio, ofreció equivocadamente una capitulación, que se convirtió en matanza, y el otro cayó luchando cuando los queruscos entraron al asalto de su campamento, que había formado con carros de la impedimenta. Los germanos quemaron el cadáver de Varo, le cortaron la cabeza y se la enviaron a Augusto en Roma, donde a pesar de todo, fue enterrada con honores en el panteón familiar.
El resto de las tropas, diseminadas y sin oficiales o jefes, intentaron una retirada que les llevó a pasar por la plaza fuerte de los germanos, en las laderas de la colina Kalkriese, lugar cercano a la actual Osnabrück, pero no debieron haber podido destruir la posición germana. Los restos arqueológicos sugieren que hubo luchas al pie de la colina y que los legionarios siguieron a lo largo de la elevación, por lo que los guerreros germánicos debieron haber matado a muchísimos de ellos desde arriba. El registro arqueológico indica que debió haber luchas en el desfiladero y que los romanos fueron expulsados; los legionarios abandonaron el bagaje o lo quemaron y los grupos dispersos por la región fueron literalmente «cazados» y exterminados a lo largo de las jornadas siguientes.
El joven oficial Casio Querea, que se haría famoso en la Historia por matar al emperador Calígula, dirigió la huida de algunos legionarios amparados por la oscuridad de la noche, gracias a los cuales se conoció la historia del desastre. Es imposible calcular las bajas que se produjeron en uno y otro campos. Las romanas debieron ser enormes, ya que las legiones estaban compuestas por unos 5.000 a 6.000 hombres, más las cohortes auxiliares y los civiles: la mayoría fueron muertos o capturados y ofrecidos como sacrificio, como era costumbre entre los pueblos germanos y celtas. En cuanto a las bajas germanas, hubo de haberlas, pero son absolutamente incuantificables.
La reacción de Roma:
La clades variana ('la derrota de Varo') alteró al Emperador Augusto más que ninguna otra cosa en su larga vida. El historiador romano Suetonio señaló que aquél se tomó el desastre tan a pecho que «siempre celebró el aniversario como un día de profundo pesar» y «a menudo se golpeaba la cabeza contra una puerta y gritaba: "Quintili Vare, legiones redde! = ¡Varo, devuélveme mis legiones!"». Se extendió un temor a que la derrota provocara una invasión de los germanos y una rebelión de los galos —que no se produjo—, ante lo que el emperador tomó medidas enérgicas: destituyó a todos los germanos y galos que había en su guardia personal y adoptó la decisión de mandar a su sobrino Julio César Germánico a rescatar las águilas de las tres legiones (objetos sagrados para los romanos) enviándolo al mando de ocho legiones (unos 50.000 hombres), pero no con la intención de conquistar la zona, sino más bien de hallar el lugar de la batalla, dar a los muertos el destino necesario, recuperar lo posible y, sobre todo, para no dar una imagen de debilidad. Germánico cumplió con todo lo encomendado, en especial encontrando el sitio del desastre.
Tras una expedición en la que Julio César Germánico acabaría venciendo a Arminio y a su coalición de germanos en la Batalla de Idistaviso, donde si bien no lograron acabar con la vida del héroe germano sí aplastaron su levantamiento, y tras recuperar los objetos sagrados (sobre todo, los estandartes), volvió a Roma en triunfo y depositó las águilas y demás objetos encontrados en el Templo de Júpiter.
.......No lejos estaba el bosque donde se decía que los restos de Varo y de sus legiones quedaron sin sepultura. A Germánico le vino el deseo de tributar los últimos honores a Varo y a sus soldados. Esta misma conmiseración se extendió a todo el ejército de Germánico, pensando en sus parientes y amigos, en los azares de la guerra y en el destino de los hombres... En medio del campo blanqueaban los huesos, separados o amontonados, según que hubieran huido o hecho frente. Junto a ellos yacían restos de armas, y miembros de caballos y cabezas humanas estaban clavadas en troncos de árboles. En los bosques cercanos había altares bárbaros, junto a los cuales habían sacrificado a los tribunos y a los primeros centuriones.
Tácito
Rastros arqueológicos:
El sitio exacto de la batalla de Teutoburgo fue desconocido durante mucho tiempo, habiéndose propuesto un gran número de emplazamientos posibles. El historiador alemán Theodor Mommsen ubicó la batalla cerca de las fuentes del Hunte, al norte de Osnabrück y lejos de las colinas; pero la mayoría de los eruditos preferían algún sitio en la parte central de la cadena montañosa boscosa de Teutoburgo (de 110 km de largo y de unos 10 km de ancho).
Pero en 1987 un arqueólogo aficionado británico, Anthony Clunn, halló 162 monedas romanas conocidas como denarios y tres bolas de plomo del tipo usado en las hondas del ejército romano, y la posterior investigación a cargo de los arqueólogos profesionales dirigidos por Wolfgang Schlüter, condujo a una prueba convincente de que la batalla tuvo lugar al norte de la colina Kalkriese, (52°26′29″N 8°08′26″E / 52.44139, 8.14056) entre los pueblos de Engter y Venne, en el borde norte del bosque de Teutoburgo (Teutoburger Wald), 15,5 km al nor-noreste de la moderna ciudad de Osnabrück (180 km al noreste de Colonia, Alemania). El sitio es uno de los pocos lugares donde los arqueólogos han descubierto el lugar de una batalla abierta. Estas excavaciones y los hallazgos efectuados han contribuido decisivamente a la comprensión de lo que pasó en la emboscada.
En el lugar de la emboscada se ha construido un museo que alberga buena parte de los descubrimientos hechos en las excavaciones, así como representaciones de la batalla y dioramas.
Consecuencias:
Cabe decir que la batalla fue realmente importante, pero menos de lo que tradicionalmente se ha venido en considerar: así, es cierto que el Imperio romano marcó su límite en Germania, y los emperadores romanos aceptaron que el coste de someter a esas regiones era demasiado alto para lo que podían ofrecer, pero también lo es que no tuvo mayores consecuencias. Los romanos quedaron en posesión de una estrecha franja de terreno, como cabeza de puente, entre los ríos Rin y Danubio —los llamados Campos Decumanos— que fue fortalecida mediante un sistema de empalizadas y torres de vigilancia, alternados con auténticos campamentos legionarios, lo que se denominó limes, desde donde examinaban con atención los acontecimientos transrenanos y, de vez en cuando, hacían incursiones en terreno germano.
El prestigio militar de Roma no se vio en realidad muy mermado, ya que lo recuperó en gran medida gracias a las expediciones y victorias de Julio César Germánico, pero la masacre sí constituyó un hecho luctuoso de gran magnitud, y en su momento incluso de alarma, hasta tal punto que los números de las legiones derrotadas (XVII, XVIII y XIX) jamás fueron vueltos a utilizar en toda la historia militar del Imperio romano.
Mito del nacionalismo alemán:
En el contexto del surgimiento nacionalista alemán de la segunda mitad del siglo XIX, los propagandistas convirtieron a Arminio y a Varo en símbolos de una eterna oposición entre los «nobles salvajes» germánicos y sus enemigos latinos, evocando la rivalidad entre el Imperio Alemán y Francia afirmada tras la Guerra Franco-prusiana en 1870. En 1875 se construyó en Grotenburg una estatua de Arminio de 17 m, obra de E. von Bandel, sobre un pedestal de 30 m, conocida popularmente por el nombre de Hermann (versión alemana de Armin o Arminio).
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